Aquel, no iba a ser un día cualquiera en el Edén. Allá, en lo alto del jardín, Dios observaba su obra meditabundo y con enorme pasión en sus ojos. “Todo esto no tendrá sentido si no hay nadie que lo habite y lo llene de vida”, pensó. Y fue de esta manera como Dios creó la gran obra, a su imagen y semejanza: Eva, nuestra primigenia. Ella poseía su misma capacidad de amar, de entrega y sacrificio; inclusive la había regalado el don de la creación. Era realmente perfecta. Eva era feliz, y él con ella. No obstante, un buen día, decidió que necesitaba compañía. —Eva, pasas mucho tiempo sola, crearé para ti un compañero. —Umm…gracias, pero no es necesario. Soy bastante independiente y no echo en falta a nadie. —Esa es mi mayor preocupación, créeme. Necesitas sentirte parte de alguien Eva, que os apoyéis mutuamente y, sobre todo, vivir en pareja. —Sin ofender, Dios, no me atrae la idea. Pero, dime ¿sería como yo? —No lo tengo claro, pienso que lo mejor sería que fuerais di
Si describes con ello
ResponderEliminartodo lo que aportas
en este genial poema,
Se puede soñar
por mucho letargo que se tenga.
Escribes excelente.
Abrazos poéticos.
Gracias por esta grata visita amigo Joaquín y por tu lectura.
EliminarSolo soy capaz de meter en cintura a mi sensibilidad cuando escribo.
Un abrazo grande
Vivir, extensa palabra. Vivir, vivir para morir, o incluso vivir la muerte. Es extensa también la vida, o la extendemos tanto como podemos.
ResponderEliminaruna maravilla de blog y de letras
ResponderEliminarGracias a ti siempre por venir a esta mi casa!!! Y sobre todo por tus palabras! Un abrazo enorme
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