CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

      Aquel, no iba a ser un día cualquiera en el Edén. Allá, en lo alto del jardín, Dios observaba su obra meditabundo y con enorme pasión en sus ojos.
“Todo esto no tendrá sentido si no hay nadie que lo habite y lo llene de vida”, pensó.
 Y fue de esta manera como Dios creó la gran obra, a su imagen y semejanza: Eva, nuestra primigenia.
Ella poseía su misma capacidad de amar, de entrega y sacrificio; inclusive la había regalado el don de la creación. Era realmente perfecta.
Eva era feliz, y él con ella.
No obstante, un buen día, decidió que necesitaba compañía.
—Eva, pasas mucho tiempo sola, crearé para ti un compañero.
—Umm…gracias, pero no es necesario. Soy bastante independiente y no echo en falta a nadie.
—Esa es mi mayor preocupación, créeme. Necesitas sentirte parte de alguien Eva, que os apoyéis mutuamente y, sobre todo, vivir en pareja.
—Sin ofender, Dios, no me atrae la idea. Pero, dime ¿sería como yo?
—No lo tengo claro, pienso que lo mejor sería que fuerais diferentes para complementaros.

Entonces Dios creó a Adán, pero la cosa no funcionó. Adán se sentía acomplejado de la perfección de Eva; ella se aburría de su simplicidad.
Entonces Dios tomó cartas en el asunto..
—Eva deberías poner un poco de tu parte.
—Yo, ¿por qué? ¡Es un mazacote de tío!
—No seas insensible, su ego empequeñece a tu lado.
—¿Y a mí qué? —bufó Eva cabreada— ¿También tengo que responsabilizarme de su bienestar? ¡Que le den po…!
—Pomada, Eva, pomada. Por cierto, tuve que contarle una mentirijilla. ¡ Le noté tan abatido!
—No me lo puedo creer...
—Verás, esto…le dije…que.. él fue mi creación inicial…
—¿Qué? —e incrédula preguntó— no se lo creyó ¿verdad?
—Esto…sí, además le dije que naciste de su costilla. Entiéndeme, no sabía qué decir ante sus absurdas preguntas.
—¡Claro! Y ahora andará por ahí en plan machito, ¿no? Lo que me faltaba.
—Eva, promete que no dirás nada. ¡No es más que una mentira piadosa!
—Le estás otorgando una supremacía que no le pertenece.
—¡Eva no seas fatalista¡ ¿Qué será lo siguiente? —le recriminó irónico— ¿Decirme que un detallito así cambiará el transcurso de la historia? ¡Por el amor de Dios!