LOS DÍAS QUE NOS SEPARAN ¿Recuerdas el sitio del que te hablé? He vuelto. Lo sé, no te gusta que suba hasta allí porque tiendo a perderme. En mi defensa diré que lo intenté —quedarme a tu lado—, pero no encontré motivos. Los busqué, llegué casi a inventarlos aunque una decepción me llevó a otra peor y, escalón a escalón, me alejé del suelo. Las raíces que me aferraban a éste se enredaban en la barandilla e impedían la huida. Se adherían a mi piel despertando su memoria; dolía tu recuerdo. No paré y, resquebrajados por doquier, dejé los vestigios de mi apego, muerto e inerte. Subí hasta el último peldaño, y ahí estaba, nada había cambiado. Cuatro paredes garabateadas con palabras que nunca fueron pronunciadas, desorden y caos. Al fondo, una puerta entreabierta: mi azotea. Salí y me senté en la cornisa, como hacía antes de tí, desafiando la gravedad con el balanceo de mis piernas sobre la nada. La ira crecía y con ella mi bamboleo —es lo que tiene la ira, te lleva a comet
Si describes con ello
ResponderEliminartodo lo que aportas
en este genial poema,
Se puede soñar
por mucho letargo que se tenga.
Escribes excelente.
Abrazos poéticos.
Gracias por esta grata visita amigo Joaquín y por tu lectura.
EliminarSolo soy capaz de meter en cintura a mi sensibilidad cuando escribo.
Un abrazo grande
Vivir, extensa palabra. Vivir, vivir para morir, o incluso vivir la muerte. Es extensa también la vida, o la extendemos tanto como podemos.
ResponderEliminaruna maravilla de blog y de letras
ResponderEliminarGracias a ti siempre por venir a esta mi casa!!! Y sobre todo por tus palabras! Un abrazo enorme
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