La otra
LA OTRA
Sola.
La cruel realidad que acompaña a esta relación de una única dirección. Me siento
atorada en este laberinto y en mi asfixia imagino cómo encontrar la salida; el dolor abre una brecha a la esperanza y eso mantiene viva la savia de mi cuerpo.
Me abrazo a un futuro incierto para huir de un presente donde mi único anhelo es un retorno de sentimientos, el cual, siempre queda varado en la otra orilla.
Mientras alimento tu ego se va desnutriéndo mi alma al alimentarla de las migajas del excedente de tu tiempo.
Siempre, a la espera del visado que legalice la entrada a un país que lleva tu nombre.
Voy calmando mi sed con el amargo caldo del amor fermentado que tu verdad rompió con mentiras tejidas en mi maltrecho corazón.
Tres palabras fueron suficientes para que la iconoclasia de nuestro amor furtivo abriera un abismo de humillación entre nosotros: "Eres la otra".
La mujer sin rostro, espalda erguida y piernas abiertas.
Abandonada en una cortina de excitación me dejas bajo un fuego abrasador sin extinguir, iniciado por tus caricias piròmanas que marchan ante la llamada de tus "otras" responsabilidades.
Me dejas en manos de una soledad que resquebraja el techo de mi mundo, ya nada importa, la calidez de mis manos borrarán tu ausencia.
Este serà mi último homenaje al hombre.
En posición de sumisión, como más te gusta, completo el vacío de mis entrañas con dos de mis dedos. Mientras que la palma de mi mano acaricia (con más ternura que tú) ese pequeño epicentro del volcán en erupción que es ahora mi cuerpo.
Cierro los ojos, te pienso, no habrá otra vez.
Unas pequeñas contracciones en tierra de nadie aumentan el frenético ritmo de mi corazón. Y me hallo susurrando tu nombre mientras mis dedos exploran esas montañas que coronaste en el ayer.
Mi pelo cosquillea el punto exacto donde la espalda pierde la decencia; el mismo que te encanta enrollar en tu mano y tirar de él para exponer mi cuello a tus besos.
El eco del monólogo de mis gemidos me recuerdan que somos dos en la habitación: mi soledad, y yo. Pero, hoy encuentro el amor que tanto había buscado: mi amor propio.
Y me dejo acunar por oleadas de placer y dolor, simultáneamente.
Me apeo de este tren sin destino.
No volveré a ser la otra.
Sola.
La cruel realidad que acompaña a esta relación de una única dirección. Me siento
atorada en este laberinto y en mi asfixia imagino cómo encontrar la salida; el dolor abre una brecha a la esperanza y eso mantiene viva la savia de mi cuerpo.
Me abrazo a un futuro incierto para huir de un presente donde mi único anhelo es un retorno de sentimientos, el cual, siempre queda varado en la otra orilla.
Mientras alimento tu ego se va desnutriéndo mi alma al alimentarla de las migajas del excedente de tu tiempo.
Siempre, a la espera del visado que legalice la entrada a un país que lleva tu nombre.
Voy calmando mi sed con el amargo caldo del amor fermentado que tu verdad rompió con mentiras tejidas en mi maltrecho corazón.
Tres palabras fueron suficientes para que la iconoclasia de nuestro amor furtivo abriera un abismo de humillación entre nosotros: "Eres la otra".
La mujer sin rostro, espalda erguida y piernas abiertas.
Abandonada en una cortina de excitación me dejas bajo un fuego abrasador sin extinguir, iniciado por tus caricias piròmanas que marchan ante la llamada de tus "otras" responsabilidades.
Me dejas en manos de una soledad que resquebraja el techo de mi mundo, ya nada importa, la calidez de mis manos borrarán tu ausencia.
Este serà mi último homenaje al hombre.
En posición de sumisión, como más te gusta, completo el vacío de mis entrañas con dos de mis dedos. Mientras que la palma de mi mano acaricia (con más ternura que tú) ese pequeño epicentro del volcán en erupción que es ahora mi cuerpo.
Cierro los ojos, te pienso, no habrá otra vez.
Unas pequeñas contracciones en tierra de nadie aumentan el frenético ritmo de mi corazón. Y me hallo susurrando tu nombre mientras mis dedos exploran esas montañas que coronaste en el ayer.
Mi pelo cosquillea el punto exacto donde la espalda pierde la decencia; el mismo que te encanta enrollar en tu mano y tirar de él para exponer mi cuello a tus besos.
El eco del monólogo de mis gemidos me recuerdan que somos dos en la habitación: mi soledad, y yo. Pero, hoy encuentro el amor que tanto había buscado: mi amor propio.
Y me dejo acunar por oleadas de placer y dolor, simultáneamente.
Me apeo de este tren sin destino.
No volveré a ser la otra.
Buenos días, Elena.
ResponderEliminarDuro relato y sabia decisión. Creo recordar que con este ganaste un reto.
Un abrazo
Buenos días, Ana. ¡ Menuda memoria la tuya! Asi, fue. Estoy trayendo de mi perfil de Google+ mis relatos, corregidos y editados, aquí estàn más organizados. Y trabajando en otros.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Wow
ResponderEliminarTodo un sentir.
Así sucede.
Hay días tristes y difíciles.
Asi es, Joel. Pero se necesitan días nublados para que el sol vuelva a brillar!!
EliminarOtro abrazo!
Estos contrastes de la vida que marcan el corazón...
EliminarOtro abrazo.
Ahora lo entiendo, Jéssica-Elena. Me preguntaba de qué me sonaba "Versos rotos" e indagando un poquito lo he descubierto. Estoy bastante alejada de las redes, pero me ha llegado al correo y no he podido resistirme dejar un breve comentario en "Crónica de una muerte anunciada". Te felicito. Un abrazo
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