Helenas
Aislada en mi torre frente a un telar sobre el que tejo mis desdichas escucho los gritos histéricos de Casandra:
" Arde Troya".
Traspaso el umbral que me lleva a la balconada y observo impasible la escena. La noche se hace día por los destellos dorados del fuego convirtiendo Troya en una sola antorcha. Las llamas envuelven las murallas y en su interior, la ciudad dormida, muere transformàndose en cenizas.
Troya se consume por el fuego burlón de la pasión inconsciente de Paris y su afán de poseerme.
Él no me quiere, ninguno de los que blanden su espada por mi honor aman a la mujer, solo desean mi belleza.
¡ Mentirosos!
¡ Que arda Troya, y con ella todos los hombres que destrozaron mi dulzura interna!
Oigo tocar la puerta, es Casandra, que con voz compungida me da la noticia:
- Emperatriz, su amado Paris ha fallecido en el fragor de la batalla.
Unas lágrimas recorren mis mejillas, no es su muerte la que lloro sino la mía.
Me refugio en un rincón del habitáculo, oigo el chirriar metálico de las espadas al encontrarse, los alaridos de los moribundos y los llantos de sus mujeres.
Todos me odian. Las esposas lloran por el amor a su esposo, los niños por amor al padre y las ancianas por el amor a su hijo.
Un día, yo también quise amar pero me despojasteis de la libertad para hacerlo convirtiéndome en objeto de vuestro deseo, en algo que se observa pero no se escucha.
¿ Pensabais que iba a ser como mi prima, Penélope, sumisa y servicial que durante 20 años esperó por su marido mientras él cumplía con sus cometidos que no eran otros más que luchar y abrazarse a rameras?
Yo nací libre.
Y aquella que sienta mi esencia en su interior hallará la luz en la oscuridad.
Algunos me conocen como Helena de Troya, otros se dirigen a mí como Helena de Esparta.
N. del A.
En mi vida he conocido a muchas "Helenas" que han visto arder su Troya, hemos coincidido intentando sanar daños colaterales de esta guerra, algunas como yo sobrevivimos, otras no tuvieron tanta suerte.
Es por y para vosotras que ha nacido este relato porque cuando yo no tuve voz también me la prestaron.
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