Un número hubiera marcado la diferencia. 191, tú, conmigo.193, yo, contigo. Todo apuntaba hacia esas dos variables, pero un pequeño detalle cambió la historia: unos zapatos. Los que tú me regalaste, ¿los recuerdas? Eran un capricho, poco práctico por su altura, por eso los guardaba para una ocasión especial. Los mismos que aquel día se negaban a seguir tus pasos que acelerados rehusaban perder ese tren. Quizá sabían que se dirigían hacia un futuro incierto. No lo sé, siempre fue un misterio aquella elección. Tú sonreías ante la situación… « No te preocupes, estás guapísima. Marcho sin ti, eso sí, te veo a la hora de comer, pequeña. No puedo perderlo». Y me robaste un beso, el último. No te volví a ver jamás. Solías decir que había destinos a los que se necesitaba ir solo. Ni siquiera imaginaba que aquel sería un viaje solo de ida. Y lo peor, sin mí. No sé si fueron minutos o segundos los que pasaron cuando el cielo se tiñó de negro y olía a muerte. Fue un pensamiento fugaz, p
Si describes con ello
ResponderEliminartodo lo que aportas
en este genial poema,
Se puede soñar
por mucho letargo que se tenga.
Escribes excelente.
Abrazos poéticos.
Gracias por esta grata visita amigo Joaquín y por tu lectura.
EliminarSolo soy capaz de meter en cintura a mi sensibilidad cuando escribo.
Un abrazo grande
Vivir, extensa palabra. Vivir, vivir para morir, o incluso vivir la muerte. Es extensa también la vida, o la extendemos tanto como podemos.
ResponderEliminaruna maravilla de blog y de letras
ResponderEliminarGracias a ti siempre por venir a esta mi casa!!! Y sobre todo por tus palabras! Un abrazo enorme
Eliminar